La violencia contra las mujeres no es exclusiva. Lo sucedido en Querétaro nos muestra, una vez más, que el ser humano vive en guerra contra él mismo.

“¿Qué clase de animal -leí en algún tuit- va a un campo de fútbol a desnudar e intentar matar a una persona, solo porque lleva una camiseta diferente de la suya?”

Me pregunto entonces ¿qué clase de animal asesina con violencia y odio a una mujer, solo porque ya no lo quiere, “no lo obedece”, lo “engaña” o no sabe ya qué hacer con ella?

El fanatismo nos alcanza a todos. 

Sí, a todos. 

Desde un presidente de México obsesionado con culpar al pasado del presente. 

Un país con un alto porcentaje de habitantes que prefieren mantenerse ciegos y sordos a la realidad por seguir a su mesías. 

Una “afición” futbolística desvirtuada hasta llegar a la barbarie. 

Y un odio que va en aumento por la lucha de las mujeres por exigir sus derechos. 

“El fanatismo puede surgir en cualquier parte, pero tiene más probabilidades de prosperar en terrenos caracterizados por la ignorancia y la irracionalidad”, escribió alguien de manera anónima. 

En el marco de la conmemoración del “Día Internacional de la Mujer” en el que muchas de nosotras intentamos que, por lo menos por fecha, se nos reconozca dentro del ámbito principalmente profesional y exigimos respeto de nuestros derechos, incluido mantenernos seguras y vivas.

Participamos en marchas pero que también se han pintado de sangre y violencia.

Somos foco de atención no por una lucha de igualdad y equidad; sino por pintas a monumentos, que, a decir verdad, no valen nada para el gobierno comparados con la vida de una de nosotras. 

Cada 8 de marzo, las calles de México se tornan de morado en protesta por nuestros derechos.

Y después ¿qué? 

Nada. Nunca nada. 

Siguen en incremento los feminicidios, actualmente 10 al día, solo en la CDMX, según el INEGI.  Se mantiene diariamente la violencia física, psicológica y/o económica en los hogares. 

¿Cómo hacemos para que en verdad no haya #niunamenos?

Cómo hacemos para que nuestras hijas y nosotras salgamos a las calles sin sentir miedo. 

Estamos muy lejos de lograrlo y esa es la peor de las tristezas.