El pasado 23 de mayo, el proyecto musical Bino Barreto hizo su debut oficial con el lanzamiento de su primera canción “No me sabe igual” y una bohemia en la pulquería “El Palacio Negro”, que agotó entradas en su primera edición: Palomazo del Gordo. Con un sonido que mezcla el folk moderno, el regional mexicano comercial y la nostalgia sonora de los boleros de los años 50.
La velada, que se convirtió en el primer evento oficial del proyecto y también en su primer sold out, contó con la participación de dos propuestas de la música folclórica mexicana: Uziel Tobón y Lily Ballester, quienes compartieron escenario para celebrar el nacimiento de esta nueva propuesta que se cuece a fuego lento entre tradición e innovación.
El tema debut, "No me sabe igual", es una balada que desafía clasificaciones, tejiendo elementos de trova, tango, bolero y, sorprendentemente, percusiones inspiradas en el trap. La canción explora el desencanto amoroso, desde la concepción de un amor, hasta su pérdida. Dando un primer vistazo a lo que será el universo lírico y estético del proyecto.
La propuesta de Bino Barreto va más allá de un sencillo. El proyecto ya se encuentra en la gestación de la primera mitad de su álbum debut, titulado "El Gordo y la Flaca". Este trabajo conceptual, envuelto en un aura de anonimato, toma como punto de partida y principal arquetipo la relación entre Diego Rivera y Frida Kahlo. A través de esta lente, el disco se sumerge en los complejos vínculos románticos tradicionales y sus inherentes contradicciones.
A través de una serie de alegorías al México patriarcal de los años 40, el disco plantea una mirada cruda —sin nostalgia ni moraleja— sobre las dinámicas de poder, cuidado, deseo y frustración que han marcado las relaciones mexicanas por generaciones.

El disco no busca moralizar ni defender viejas estructuras, sino mostrar cómo las heridas afectivas del pasado siguen encontrando nuevas formas de manifestarse. En palabras del propio concepto: “Estaba de la chingada… y lo sigue estando”. En ese espacio liminal entre crítica y aceptación, entre lo que fue y lo que sigue siendo, Bino Barreto construye una narrativa sonora potente, emocional y necesaria.
Con un inicio contundente y una propuesta que promete incomodar y emocionar a partes iguales, Bino Barreto se perfila como uno de los proyectos más provocadores y reflexivos dentro del panorama de la nueva música alternativa mexicana. Su irrupción no solo añade una voz fresca y valiente, sino que también invita a una reevaluación de las narrativas culturales y emocionales que nos definen.
Sobre el resto de las canciones de El Gordo y la Flaca
Este álbum no se limita a retratar la relación entre Diego Rivera y Frida Kahlo desde una mirada literal. Las canciones exploran distintas formas de codependencia y vínculos complejos, desde la adicción a una sustancia (como en la canción homónima El Gordo y la Flaca), o el intento de un hombre adulto por negar su edad saliendo con mujeres más jóvenes (Solita con el Diablo). También hay momentos de introspección y empatía: el “Gordo” reconoce el daño causado por su irresponsabilidad afectiva y su adulterio, y aunque es consciente de su falta, desea que “la Flaca” sepa que su amor por ella sigue siendo genuino (De Armas Tomar). El álbum es, en esencia, un retrato íntimo de las formas retorcidas —pero profundamente humanas— en que buscamos amar y ser amados.
En Probar, se retrata la adicción a la intimidad: ese impulso de quedarse con alguien simplemente por conocerla tan a fondo, incluso cuando ella admite sin tapujos que está con otros. En esta canción, la codependencia no está en la necesidad de exclusividad, sino en el apego profundo que impide soltar.
No Distingo muestra otra cara de la moneda: una mujer que disfruta de la atención masculina sin importar la apariencia ni la billetera, mientras le den lo que más busca —presencia, deseo, validación—. La canción, con tintes de ironía y empatía, abre camino a lo que será la siguiente parte del álbum.

Por último, en una de las reflexiones más íntimas del proyecto, Bino cuestiona la noción de que escribir canciones sea siempre catarsis. En su caso, componer no lo alivia: “le lacera la garganta cada que le canta a la Flaca”. La frase tiene doble filo: alude tanto al desgaste emocional de revivir ciertas heridas en sus letras, como a la dependencia literal que mantiene con aquello que consume y lo consume.